Los tipos más comunes son las leucemias, los tumores cerebrales y del sistema nervioso central (SNC) y los linfomas, que representan una parte importante de los casos en niños de 0 a 14 años.
Se estima que en Estados Unidos se diagnostican 9.620 nuevos casos de cáncer en niños desde el nacimiento hasta los 14 años, y se espera que alrededor de 1.040 niños mueran a causa de la enfermedad.
Se cree que la mayoría de los cánceres infantiles se desarrollan a partir de mutaciones genéticas que provocan un crecimiento celular descontrolado y que entre el 8 y el 10 % de los casos se atribuyen a mutaciones hereditarias.
El diagnóstico implica una variedad de pruebas, que incluyen exámenes físicos, análisis de sangre, pruebas de diagnóstico por imágenes, biopsias y pruebas genéticas.
El tratamiento depende del tipo y estadio del cáncer y puede incluir cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y trasplante de células madre.
Los niños con cáncer a menudo reciben tratamiento en centros oncológicos pediátricos especializados con equipos multidisciplinarios y acceso a ensayos clínicos.
La atención de seguimiento es crucial para que los sobrevivientes de cáncer infantil controlen su salud y controlen los posibles efectos tardíos del tratamiento.
Los sobrevivientes de cáncer infantil pueden experimentar profundos efectos físicos y emocionales meses o años después del tratamiento, lo que enfatiza la necesidad de cuidados de seguimiento a largo plazo.
Los avances en el tratamiento y la atención han llevado a una disminución del 70% en las tasas de mortalidad por cáncer entre los niños entre 1970 y 2020, y hay investigaciones en curso que apuntan a mejorar aún más los resultados.